ENTRADA DESTACADA

TODOS MIS PARQUES

Cada día disfruto más paseando por mis parques. Y digo mis parques porque muchos de ellos están cerca de casa y los considero míos, como una...

martes, 29 de marzo de 2016

LA BICICLETA EN LA DGT

El GT44 de la Dirección General de Tráfico, grupo de trabajo que integra a distintos entidades y asociaciones nacionales con el nexo de la bicicleta en común, tuvo el 4 de febrero reunión de trabajo.

En esta reunión se explicó la siniestralidad existente en la bicicleta en los últimos años, así como la nueva creación de grupos de trabajo para el desarrollo del Plan Estratégico Nacional de la Bicicleta, donde la Mesa Nacional de la Bicicleta está en la delegación técnica en todos esos grupos creados y la RFEC (Real Federación Española de Ciclismo) en uno de ellos.

También se trataron aspecto del desarrollo de la red de carreteras seguras para ciclistas, aprovechando para presentar, las que el Cabildo Insular de Tenerife en unión con la Federación Insular de Ciclismo de Tenerife, han desarrollado y que se irán implantando. Así como las próximas en provincias como Cuenca y Córdoba. Y la metodología para su implantación.

Una nueva app para los usuarios de la bicicleta COMOBITY para hacer los desplazamientos en bici más seguros y que ya pueden descargarse de las plataformas correspondientes.

Hicimos llegar el deseo de las modificaciones de la reglamentación en la colocación de los conos de incorporación o abandono de carretera, que los ciclistas deportivos se encuentran en los desvíos y que hacen que el ciclista haya de circular por la propia calzada con el consiguiente peligro.

También se trataron temas de circulación urbana y de modificaciones del reglamento, como la obligación del uso del carril bici, dando potestad al ciclista a usarlo o no.
Sin lugar a dudas un nuevo espaldarazo al desarrollo de la bicicleta, tanto en lo urbano, como en lo interurbano y que este año se verá más desarrollado con un estudio de movilidad ciclista por parte de la propia DGT

lunes, 28 de marzo de 2016

¡Queremos jugar en la calle!

María Pascual
26 MAR 2016
El Pais Semanal

Ante los temores de los padres en el siglo XXI se impone la reconquista de espacios para el ocio donde dar rienda suelta a la creatividad infantil

¿Cuándo fue la última vez que vieron a un grupo de niños menores de 12 años en la calle sin la compañía de algún adulto? Vivimos en un país con un clima ideal para disfrutar al aire libre, una diversión que no supone gastos, donde lo único indispensable es contar con cómplices de juego. Entonces, ¿por qué los niños no juegan en nuestras calles?

Veamos posibles culpables y empecemos por uno de los más evidentes: la baja tasa de natalidad. En 50 años hemos pasado de las familias numerosas a la parejita, y de ahí a celebrar la llegada del hijo único, lo que complica el encuentro de compañeros de juego.

Siguiente sospechoso: la tecnología. Más de un adulto se ha sorprendido alguna vez refunfuñando sobre la adicción de los niños a las “alienantes” videoconsolas y videojuegos, mientras suspira recordando sus polis y cacos, el escondite o cualquiera de los juegos “de toda la vida”. Quizás este pensamiento recurrente de que todo pasado fue mejor esté grabado en nuestro ADN, pero ¿qué alternativas reales a la tecnología y al juego en espacios interiores tienen los niños?

Advierto un nuevo inculpado: la planificación urbana y, en concreto, la falta de lugares accesibles en los barrios. Los niños se enfrentan a ciudades organizadas en torno al coche, su emperador. ¿Dónde pueden ir sin la necesidad de que los padres los lleven o vigilen por temor a que les pueda pasar algo?

Los niños se enfrentan a ciudades organizadas en torno al coche, su emperador. ¿Dónde pueden ir sin vigilancia?

Llamemos a il capo di tutti capi: el miedo y su esbirro, la seguridad. Me contaba una amiga que había regalado el libro Costras (Media Vaca) a un niño de cinco años que JAMÁS había visto una costra. ¿Cómo es posible? Recuerdo las competiciones de arañazos, costras y chichones que hacíamos, llegábamos incluso a desear tener una escayola de esas llenas de firmas. Al fin y al cabo, las heridas son condecoraciones del juego que enseñan a perder el miedo, a sortear conflictos o a comprobar que esos rasguños no son el fin del mundo. Discutir y hacer las paces, afrontar retos y responsabilidades hace que ganemos confianza en nosotros mismos. Por mucho que todo padre desee tener a sus churumbeles protegidos entre algodones, no deberíamos olvidar que lo que genera la sobreprotección es inseguridad y dependencia.

También me asombra escuchar que hay colegios en los que no sólo se han prohibido el balón prisionero y el churro, sino incluso las peonzas y las cuerdas. El churro ya se practicaba en Egipto y en la antigua Roma. La pelota, el escondite, la soga, el pilla-pilla, la gallina ciega o el trompo eran algunos de los juegos con los que disfrutaban los niños de Grecia. El balón prisionero tiene asimismo un pasado asombroso y, muchas veces, mortal. Hace más de 200 años fue un entrenamiento entre tribus de África para cohesionar el grupo y defenderse de otras tribus enemigas. Un método interesante, si no fuera por la salvedad de que en lugar de pelotas usaban piedras para atacar al contrario y proteger a sus compañeros. Aquello sí que era escabroso.

El temor de los padres y su obsesión por la seguridad conllevan la necesidad de planificar y controlar el tiempo de los hijos. Así, es habitual que los niños pasen casi todas sus horas ocupados hasta rebosar con actividades extraescolares, otras grandes culpables a las que habría que llamar a la palestra.

Nos hemos erigido en guardianes del ocio infantil. Moldeamos su tiempo de juego con actividades dirigidas que, aparentemente, les aportan nutritivos contenidos didácticos. Libros moralizantes, juguetes educativos… son perfectos para formar futuros ciudadanos grises de provecho.

¡Queremos jugar en la calle!
¡Qué mal vistos han estado siempre esos ratos de “no hacer nada”! No deberíamos olvidar que la única finalidad del juego libre es jugar. En el momento en el que es impuesto o trazamos objetivos, se acabó la diversión.

Entonces, ¿cómo podríamos devolverles la calle a los niños? La iniciativa Camino Escolar es un buen ejemplo de cómo a partir de la reconquista del espacio público se puede recuperar la autonomía infantil. Para que los menores puedan ir solos al colegio, se trazan recorridos más seguros reduciendo el tráfico, detectando problemas y oportunidades del entorno cotidiano e implicando a la colectividad: padres, profesores, Administraciones, empresas de transporte y, como principales compinches, comerciantes de la zona atentos a lo largo del itinerario. Aunque con antecedentes más lejanos, la idea de Camino Escolar parte de los años setenta en la ciudad danesa de Odense. Dentro de España se ha puesto en marcha en San Sebastián, Madrid, Barcelona, Sevilla, Terrassa, Segovia, Getafe o Torrelodones.

Proyectos vecinales como éste posibilitan el encuentro fortuito entre chavales para formar grupos de juego, pequeñas pandillas, y que salgan solos cuidando los unos de los otros. Tiempo de juego para los niños y tiempo libre para los padres, sabiendo que sus hijos lo están pasando bien.

Es necesario que los niños dispongan de sus propios espacios. En la Europa de entreguerras, zonas tan poco seguras como los descampados producidos por bombas se convirtieron en terrenos improvisados de juego infantil que inspirarían los futuros playgrounds. Espacios de libertad donde niños de diferentes edades podían recrear juegos sin reglas y, desde sus propias construcciones, desarrollaban entre ellos conocimientos y destrezas.

Parece que no es tanto cuestión de medios sino de voluntad y de organización. Al igual que para los juegos tradicionales, es muy poco lo que se necesita para hacer de los espacios públicos lugares de encuentro espontáneo donde los niños puedan proyectar libremente sus juegos y experimentar, transformar, destruir, construir o simplemente tumbarse a hablar.

¿Salimos a jugar? ¡Tomemos la calle!

http://elpais.com/elpais/2016/03/17/eps/1458239815_927611.html

elpaissemanal@elpais.es

La Policía alerta del aumento de atropellos, al dispararse el número de casos a 55 en febrero


RAMÓN J. CAMPO
Heraldo de Aragón
25 marzo 2016

 
ZARAGOZA. Los atropellos urbanos en Zaragoza se han disparado en el mes de febrero, que se ha cerrado con 55 casos, frente a los 49 del mismo periodo de 2015, lo que supone un incremento del 12%.

En el primer trimestre se ha registrado un peatón fallecido, un anciano de 85 años que fue arrollado por una motocicleta en la calle de José Galiay, frente al colegio de La Salle Montemolín, en el barrio de San José. Ante esta situación, la Policía Local ha solicitado la máxima precaución a conductores y peatones para evitar que sigan aumentando este tipo de siniestros.

En la última semana, cuatro peatones sufrieron heridas graves en otros tantos atropellos en las calles de Zaragoza, por lo que la Policía Local considera que la prevención sigue siendo «una asignatura pendiente». El pasado día 17, un autotaxi se subió a la acera y arrolló a una anciana de 84 años en la calle Condes de Aragón y resultó con varias fracturas en la pierna y el brazo, así como traumatismo craneoencefálico.
 

Y el día 22, una joven de 29 años fue arrollada por un autobús en un paso semafórico en el paseo de Calanda, en el barrio de Las Delicias, y precisó la operación del fémur y la muñeca de la mano izquierda. Sobre los dos casos en los que se atisba la responsabilidad en los conductores, fuentes de la Policía Local señalaron que el atestado está pendiente para enviarlo a los juzgados, que se encargarán de la investigación y la posible acusación.


El doble de la media mensual

No solo es llamativo el aumento del número de atropellos. Hay que tener en cuenta que los 55 accidentes de este tipo duplican la media mensual del año pasado y representan una quinta parte del total. A lo largo de 2015, se contabilizó una víctima mortal y de los 295 atropellados en la capital aragonesa, 49 sufrieron heridas graves. Por otro lado, el año pasado también se sostuvo la media de heridos graves, dado que entre 2010-2014 se llegó a 52 víctimas frente a las 49 de 2015.

 Eso sí, los datos estadísticos confirman que la tendencia positiva que se vivió el año pasado al producirse una bajada de atropellos se está frenando progresivamente. Los 295 casos registrados durante 2015 contrastan con la media de 372 del quinquenio 2004-2008.
Fuentes de la Policía Local señalaron que la mayor parte de estos sucesos suelen ocurrir en un paso de peatones sin semáforo, donde los responsables suelen ser los conductores. También citaron los accidentes que ocurre en la carretera sin regulación semafórica. En estos casos, la culpa suele recaer en los viandantes.


Recomendaciones
La Policía Local reiteró su recomendación de que los peatones crucen siempre con el semáforo verde y no permanezcan pegados al bordillo mientras esperan. Además, aconsejó a los conductores de turismos que tengan una precaución total y frenar siempre ante el paso de los viandantes.

 La Policía Local de la capital aragonesa consideró que el grupo de mayor riesgo es el de los peatones que tienen más de 65 años. Los motivos esgrimidos son su falta de reflejos a la hora de reaccionar. En ocasiones, añaden las citadas fuentes, los mayores se han visto implicados en el accidente al cruzar por lugares que no tienen semáforos ni paso de peatones.


Índice de mortandad
Asimismo, el índice de mortandad amenaza con subir este año, porque en lo que va de 2016 ya se ha producido una muerte, que es el balance de todo 2015. Esto supone otro cambio a los datos que se contabilizaron en 2013, un año que acabó con ningún peatón fallecido. Aun así, la Policía Local recuerda que el peor año en el último quinquenio fue 2014, cuando se contabilizaron tres víctimas mortales en las calles de la capital aragonesa.

Zaragoza ha registrado una media de 3.500 accidentes de tráfico al año en el último lustro. Con las cifras del balance oficial de 2015, fuentes de la Policía Local aseguran que la cifra de siniestros rondará finalmente los 2.800. Es decir, el aumento de los atropellos contrasta con la tendencia a la baja de los accidentes, con una reducción de los percances en un 20%. Los resultados son aún más elocuentes si tenemos en cuenta que la media anual de siniestros hace una década era de 5.400.