Irene Vallejo
5 JUL 2020
Abrir la puerta y pasear por puro placer es un gesto de libertad que puede transformar la sociedad de pies a cabeza
Nos dicen que los blindajes y los cerrojos vuelven más seguras nuestras casas, pero en esa seguridad acecha una peligrosa claustrofobia. Confinada durante la epidemia, has averiguado que puedes sentirte perdida en el lugar que mejor conoces. Que es posible el vértigo sin abismo. Que a veces los ojos se resisten a dormir en la cama acostumbrada. Que las paredes se estrechan y se retuercen, asfixiando la salida. Que de vez en cuando necesitas desalojarte. Un hogar debe tener la puerta abierta por dentro.
Se hace camino al andar, y quizá por eso convertirnos en andariegas ha sido fruto de una larga...
https://elpais.com/elpais/2020/06/30/eps/1593540825_852396.html
vía El País
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