'El peatón de París', de Leon-Paul Fargue, y 'Paseos por Berlín', de Franz Hessel, los dos grandes libros de la ética 'flâneur', llegan a las librerías.
LUIS ALEMANY
04/06/2015
Aparece la palabra 'flâneur' y todos nos ponemos en guardia. 'Flanêur', que en francés significa paseante, eso lo sabe cualquiera. Que apareció en algún libro cuando estábamos en segundo o en tercero de carrera. Que venía vinculada a Walter Benjamin, un filósofo que exigía más paciencia de la que teníamos en esa época. Que habremos utilizado, un poco pedantemente, dos o tres veces al año desde entonces, sin haberla llegado a aprehender de verdad. ¿No dijimos "voy a hacer el 'flâneur'" cuando fuimos a París por primera vez, cuando sacábamos a pasear al bebe en el carrito, a ver si se dormía con el traqueteo...? También la firma de lujo Hermès usa la palabra como motivo de inspiración y bautiza así, 'Le flâneur', a una bicicleta que vende por 8.900 euros.
¿Pero qué significa de verdad 'flâneur'? Walter Benjamin es un filósofo muy de arquitectos, o eso se había dicho siempre. De modo que sale volando un mensaje para Inmaculada E. Maluenda y Enrique Encabo, socios del Estudio Q! y críticos de arquitectura de 'El Cultural'. ¿A qué les suena eso de la mística del paseante? "Tiene miga... Caminar es toda una institución en arquitectura pero intuyo que el 'flâneur' es otra cosa, quizá más relacionada con el dandismo perplejo. Desde luego, creo que debería asociarse siempre a elementos efímeros o ligeros, con un punto hedonista".
El filósofo José Sánchez Tortosa es el siguiente en contestar: "La libertad del 'flâneur' se ejerce sobre el conocimiento de que toda finalidad es, en mayor o menor grado, imposición de sentido y dependencia, sacrificio de la frágil eternidad del presente ('carpe diem'). Vagar sin rumbo es la materialización de la libertad, que sólo es posible como liberación de toda finalidad".
En resumen: 'flâneur' parece una de esas palabras que se refieren a un acto muy concreto, pasear, pero que evocan cosas mucho más complejas: una manera de relacionarse con la realidad. La libertad, la ligereza, la ciudad.
Libertad, ligereza y ciudad podrían ser los temas de dos libros que han aparecido durante los últimos meses en el catálogo de la editorial Errata Naturae, casi como si fueran dos hermanos del mismo padre nacidos en dos ciudades diferentes: 'El peatón de París' de Leon Paul Fargue (publicado por primera vez en 1936) viene de Francia. 'Paseos por Berlín', de Franz Hessel (1929), de Alemania. Y todo lo que podamos hablar sobre la definición de 'flâneur' es cháchara comparado con la práctica de sus capítulos.
Fargue y Hessel hablan de días de vagabundeo por distritos de los que nunca hemos oído hablar, por nosequé zona de Charlottenburg que se llama "el barrio de los bávaros" o por las profundidades del Canal de Saint Martin. De noches de juerga en cabarés de suburbios que hoy son imposibles de encontrar en los mapas. De tardes perdidas en los grandes almacenes del Ku'Damm o de la calle Rivoli. De escenas sacadas de un patio, de una zapatería, de una factoría, de la casa de una marquesa sajona, riquísima y viejísima. De una chica que pasa vestida de 'flapper' y un hombre que la mira con más curiosidad que lujuria...
"Para ser rigurosos vamos a ajustarnos a las definiciones de dos teóricos pioneros como Franz Hessel y Walter Benjamin. El uso del término francés ('flâneur, flânerie') indica el origen parisino de una forma nueva, diferente, de experimentar la ciudad, sobre todo la gran ciudad. Consiste en moverse por ella con la atención lo más despierta posible a fin de apreciarla como una inmensa acumulación de detalles, de matices, de contrastes sutiles, de huellas de distintos pasados. Y para potenciar la atención es necesario que el 'flâneur' esté totalmente desocupado: que pasee sin prisas, sin rumbo fijo, sin destino u objetivo y que mire muy de cerca lo que le rodea. Yo asociaría la 'flânerie', más que con la ligereza, con la disponibilidad de la atención, como afirmó Baudelaire, su primer teórico".
Interiores pisanos
Al habla, José Muñoz-Millanes, profesor de Literatura en la NYU, autor del prólogo de Paseos por Berlín, traductor de Walter Benjamin y cronista de la vida de los intelectuales españoles exiliados en París en los años 30 y 40 en el ensayo 'La ciudad de los pasos lejanos' (Pre Textos). "Lo que lo define al 'flâneur' es su actitud de observador puro que considera la ciudad un espectáculo. De ahí su sensibilidad arquitectónica. Benjamin ha detectado rasgos tempranos de 'flânerie' en detalles urbanos de escritores alemanes como E.T.Hoffmann. El libro de Jules Laforgue sobre Berlín ['Berlín, villa y corte'] constituye un excelente ejemplo de 'flânerie' bastante temprana. También en las cartas escritas por Leopardi desde Pisa, una pequeña ciudad, aparece el tema de la sugestión de los interiores entrevistos a través de las ventanas, analizado por Baudelaire en 'Le Spleen de Paris'".
Baudelaire, claro, es el otro nombre que aparece siempre que se habla de 'flâneurs'. Y, a su vez, es el escritor que nos remite a aquello del "dandismo perplejo" que aparecía hace unas líneas y que está en el centro de la cuestión. ¿Qué pasa con el 'flâneur' y el humor? Porque todo lo que hemos leído hasta ahora suena a cierta actitud anti-enfática, a un salir a la vida y encontrarle el encanto sin ponerse solemne, sin hacer muchos juicios ni darse importancia. En 'Paseos por Berlín' y en 'El peatón de París' hay un precioso hilo común de guasa sin chistes...
Sin embargo, una de las insignias clásicas de la 'flânerie' es 'El caminante sobre el mar de nubes', de Caspar David Friedrich, aquel cuadro en el que un montañero se asomaba a un paisaje alpino. Y, de alguna manera, la imagen representa lo contrario a la distancia bienhumorada de Hessel y Fargue. El cuadro transmite exaltación, epifanía, trascendencia...
"En los prerrománticos, románticos o posrománticos (Rousseau, Wordsworth, Friedrich, Stifter...) el paseo se considera algo así como el camino de la revelación", explica Muñoz-Millanés. "Ese paseante es muy diferente del 'flâneur': prefiere la naturaleza a la ciudad, alcanza momentos transcendentes de éxtasis o revelación, está ensimismado. En cambio, el 'flâneur' es más humilde: está volcado en lo que lo rodea, en el exterior, por medio de la mirada. Es impersonal: se anula en favor de la complejidad confusa de lo real, encarnada en la gran ciudad", explica Muñoz-Millanes.
En 'Paseos por Berlín', por ejemplo, Hessel tiene unas amigas jóvenes, guapas y ricas que lo invitan a salir a bailar y cenar. Al narrador ni se le ocurre contarles su vida para impresionarlas y, entonces, seducirlas. Sólo las acompaña, se fija en los detalles de los restaurantes en los que comen y de los 'ball-rooms' en los que bailan, en la actitud con la que las chicas abordan los taxis o despachan a sus pretendientes... A la mañana siguiente, el escritor reconoce que tiene un poco de resaca y eso es todo lo que sabremos de él.
Eso recuerda a muchas cosas: a las aventuras de 'Adiós a Berlín', de Christopher Isherwood; a las fotografías parisinas de Eugène Atget, a las de André Kertész,Cartier-Bresson y el resto de los fotógrafos surrealistas... Susan Sontag escribió en 'Sobre la fotografía' que todos los surrealistas eran flâneurs aunque no lo supieran. ¿Y no remite también al protagonista de 'La gran belleza'? En la película de Paolo Sorrentino, Jep Gambardella presumía de no haber salido de Roma en 20 años. Jamás lo vimos tomar un taxi, un tranvía o un 'motorino', siempre iba a pie desde su casa junto al Coliseo hasta el Tíber, a la altura de Sant'Angelo...
Mantengan silencio
Pues sí, como Gambardella, pero no exactamente. "En 'La gran belleza', el protagonista, como el de 'La dolce vita', retrata la ciudad y sus distintos ambientes visitándolos y conversando. El 'flâneur' clásico, sin embargo, es silencioso. Observa e incluso clasifica socialmente a las personas por conjeturas sin comunicarse verbalmente con ellas".
El protagonista, por tanto, no es el paseante, sino la ciudad: París, Berlín. Y sus paisanajes que las diferenciaban. En el libro berlinés de Hessel hay un puñado de párrafos dedicados al afán de los alemanes, un poco plasta, por tenerlo todo bajo control, a la torpeza con la que los berlineses imitaban a los parisinos cuando intentaban divertirse o parecer sofisticados. "En los años de los libros de Hessel y Fargue (las décadas de los años 20 y 30 del siglo XX), quizá Berlín, por su mayor complejidad se prestara más que París a la 'flânerie'. Eso se puede ver en el libro de Hessel, en los fotógrafos de la época y en películas como 'Berlín, sinfonía de una gran ciudad' de Walter Rutmann). Sin embargo, como los mismos Benjamin y Hessel señalan, a los berlineses todavía les faltaba mucho para alcanzar esa actitud relajada y disponible de la atención en que consiste el arte de la 'flânerie'", explica Muñoz-Millanés.
Y continúa: "En el mosaico o palimpsesto de detalles que el 'flâneur' descubre en la gran ciudad los hay referidos al presente y los hay referidos al pasado: hay un aspecto sincrónico y otro diacrónico en la flânerie, por decirlo de una manera pedante. En el siglo XIX, Londres, como Berlín en los años 20 o ahora, eran ciudades mucho más gigantescas y heterogéneas que París, igual que en este momento lo es Los Ángeles. Pero París ha destacado más por su diversidad diacrónica: su atractivo principal para el 'flâneur', como señaló Benjamin, es que su variedad viene definida por la yuxtaposición de los estratos temporales de su evolución histórica".
Así que ahora ya podemos buscar los dos libros de Errata Naturae, leerlos, tomar el primer avión barato que salga hacia Schönefeld o hacia Charles de Gaulle y decir con propiedad que vamos a hacer el 'flâneur' durante un fin de semana largo. ¿O no? «En la reseña que escribió del libro de Hessel, Benjamin deja bien claro que la 'flânerie' es incompatible con el turismo, pues requiere calma, detenimiento y, sobre todo, repetición, frecuentación, insistencia para ir más allá de las cosas que llaman la atención en la primera visita.Así, hasta apreciar más despacio detalles aparentemente insignificantes, pero que también tienen su importancia".
https://www.elmundo.es/cultura/2015/06/04/555b3def268e3edd418b4598.html
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