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lunes, 18 de agosto de 2014

"Quia nominor Leo..."

El Periódico de Aragón 10/07/2011
HIPÓLITO Gómez



La frase se extrajo de una fábula de Fedro para dar a entender el argumento que emplea el león para atribuirse la parte principal del botín, fundado en una razón física y no jurídica, porque, nos explica, que al poderoso le importa ser el más fuerte no ostentar el mejor derecho.

A un jurista de la Complutense, se le ocurrió elaborar un libro sobre Medicina Legal en colaboración con algún otro abogado pero, inexplicablemente, "sin asistencia médica". El resultado fue desigual en el sentido de que era difícil discernir qué parte era la peor de libro tan singular.

En la obra se aludía a los llamados "delitos del motor" y empezaba más o menos así: "quia nominor leo", porque soy el león y por tanto el más fuerte, yo que soy un camión atropello en la carretera a los automóviles, a las motos, a las bicicletas y con mayor motivo, a los simples peatones...

Estudiar aquel libro, casi inefable, se puede asegurar que merecía la pena y hasta propiciar su difusión, como procuraron, algo burlonamente, dos estudiantes, enviándolo a Evaristo Acevedo, creador de la "Cárcel de Papel" una institución jurídico-humorística de "La Codorniz".

En tal cárcel ingresaban por siete días y una hora, los que mereciesen ese simbólico apresamiento por las extravagancias que hacían u opinaban. A un rector le encarcelaron de esas maneras, porque afirmó que las pasiones se dominaban mejor con una dieta alimenticia severa. En congruencia, el fallo ordenaba sustituir el rancho carcelario por una peseta de pipas de girasol.

Cambiando de tercio, este periódico publicó el pasado junio una "carta al Director" enviada por don Óscar B. a propósito del "jinete apocalíptico" (la bicicleta), empeñado en amagar a los peatones "con sus quince kilos de hierros y cadenas que intimidan más que un autobús sin frenos", decía.

Conste que no propongo apresar a don Óscar por eso. Don Óscar hablaba en su carta irónicamente y lo digo para que nadie malicie, que mereciese plaza en la imaginaria prisión. No conminaba a ningún peatón y sólo criticaba con suavidad, a los que intuyen graves riesgos en el uso callejero de las bicicletas; no lo quiera Dios. Estamos para ayudarnos.

¿Quién tendrá la razón en esa inevitable pugna entre peatones y ciclistas?; digo "inevitable" porque el ser humano no paró hasta inventar la rueda y desde entonces, en buscarle aplicaciones. Obviamente, lleva las de perder el peatón y le conviene intentar un armisticio porque de las dos partes (la "con ruedas" y la "sin ruedas") la más indefensa es la meramente peatonal y por tanto, la que lleva las de perder.

Todos, no solo "unos" con exclusión de los "otros", podemos ser víctimas o victimarios; debemos esforzarnos en propiciar que también todos, dispongamos de sitio para esos desplazamientos. Dependemos de la buena voluntad común, sin parcialidades y sin perder si cabe, el humor. Todos tenemos que ayudarnos, sin provocar la violencia de los pacíficos, vayan a pie o vayan a pedal, porque, como decía un inolvidable jefe que tuve, todos queremos ir al cielo pero no precisamente esta tarde.

La indignación es cosa seria, pero suele ser desfalleciente y temo que no baste nunca para convertirla en un programa político. Antes de que perdamos la verdadera dimensión del binomio peatón-ciclista, tendríamos que despejar alguna duda en pro de la convivencia; por ejemplo, aclarando si un peatón con bici sigue siendo persona o si debe considerarse máquina o aún peor, si de propia voluntad pudiera optar, según la ocasión, por lo más conveniente para él (ahora máquina, ahora peatón) que es lo que perjudica más a los de a pie, si quieren prever a tiempo movimientos ajenos y tozolones propios.

Cuando la Expo de Ranillas, presencié un curioso incidente, resuelto con gritos y sin sangre, entre un ciclista y un peatón; el primero reprochaba al peatón que paseaba distraído invadiendo la pista de las bicis y el peatón le replicó que "hace solo un rato, usted iba por la acera con su bici y yo no le dije nada; a ver si va a tener usted más derechos que yo sólo por ir en bici".

Ciertamente, lo principal es conservar en las aceras los hábitos de los p.p.p., de los puros peatones de a pie y en la calzada, los de los rodantes sin inventar un tercer género que circulatoriamente, no existe; "vamos, digo yo". Y todos podríamos ser algo felices o al menos discurrir más tranquilos.

1 comentario:

  1. sabía observación yo sí que me siento como si un león me estuviese atacando constantemente.

    es duro ver poco defenderse mal y que encima te insulten amenacen o incluso intenten agredirme después de ser atropellado por una bicicleta.

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Gracias por participar y ánimo con la información a ciclistas y peatones