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martes, 29 de octubre de 2013


El imperio de la bici

19 Octubre 2013
Hace ya bastantes años que los ciclistas han impuesto su hegemonía y sus criterios; por supuesto que no me parece mal y bienvenido sea un medio que ahorra gasolina y polución atmosférica. En Huesca con eso de la peatonalización, una decisión municipal que posiblemente haya ido demasiado lejos pero ante la cual se ha impuesto desde algunos ámbitos una contestación que me suena a cierto populismo y algo de obsesión por reivindicar lo que sea, se ven cada vez más bicis por la calle y montados en ella a personajes ilustres y respetables a quienes hasta ahora nunca te hubieras imaginado de esa guisa.

Bienvenidas sean las bicicletas, larga vida al carril-bici y mis felicitaciones a quienes ponen todo su espíritu deportivo en la práctica, forzosa o voluntaria, del ejercicio de pedalear. Yo mismo que en pocos meses veré como mi traslado al puesto de trabajo va a duplicar la distancia, me planteo reciclarme en el tema y volver a poner mi trasero encima de un sillín, cosa que no hago desde hace casi 40 años. Incluso esa combinación de vehículos de motor semidesaparecidos y bicicletas a "tutiplén" consigue que nuestras ciudades ofrezcan una apariencia más moderna y europea que puede ser reconfortante y hasta consolarnos algo de esas desdichas económicas que padecemos.

Eso sí, hace ya tiempo, no es cosa de hoy, que vengo observando que entre los ciclistas hay unos cuantos que, al menos en apariencia -hay quien dice, con relación a este tema y a otros, que soy demasiado suspicaz- parecen haber asumido la condición de reyes de aceras y calzadas y aparecen, en ocasiones inesperadamente, "cabalgando" su bicicleta con pose segura y, cuando menos, aires de ser los amos de la via, de hacerse respetar y considerarse por encima del bien y del mal si de deambular por la calle estamos hablando. Recuerdo mi experiencia de hace unos cuantos años en Sevilla, donde había avenidas en las que el carril bici tenía una anchura superior a la de la acera contigua, de manera que el pobre peatón tenía que caminar por su sitio entre medroso y acomplejado.

Los peatones, por supuesto, tendremos que acostumbrarnos a compartir espacio con los usuarios de las bicis, pero no estaría de más que éstos tuvieran en cuenta que la del peatón es la posición más débil y que éste solamente quiere pasear con paz y tranquilidad, sin sobresaltos. La de peatón es una condición sana y estimulante, pero empiezo a pensar que últimamente es actividad menos segura que antes.
 

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