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martes, 3 de septiembre de 2013

Por qué no pertenecer a la Europa de las Bicis 

Copiado íntegro del blog http://bicicletasciudadesviajes.blogspot.com.es/ (De nuevo genial)

Mucha gente que mira a la bicicleta como una oportunidad y como un elemento necesario para conseguir mejorar la habitabilidad de nuestras ciudades sueña con llegar algún día a los niveles de implantación, integración y utilización de algunos países de Europa, donde la bicicleta representa un porcentaje realmente significativo en el total de desplazamientos diarios de las personas.

La Europa de las Bicis
La Europa de las Bicis es esa parte de Europa donde los ciclistas son visibles en las calles, donde te encuentras bicicletas por todos los lados, donde en las casas hay aparcabicis, donde se pueden meter las bicicletas en los trenes con naturalidad, donde hay un buen montón de kilómetros de rayas pintadas en el suelo a las que llamaremos carriles bici, donde cualquiera usa la bici (mayores y menores, chicas y chicos) para cualquier cosa.

Esa Europa de las Bicis, que vemos idílica desde una perspectiva puramente ciclista, tiene algunas condiciones que difícilmente podremos lograr y que tampoco deberíamos perseguir afanosamente.


Dispersión geográfica

La mayoría de las ciudades, grandes, medianas y pequeñas, se han desarrollado según un modelo de urbanismo extensivo, casas individuales o pisos de pocas alturas, con baja densidad de población, lo cual ha provocado que las distancias sean importantes y que los servicios se hallen deslocalizados, ya que la mayor parte del suelo es residencial.

Ciudades planas

Otra condición que hace que la bicicleta se pueda desarrollar en estas ciudades es su orografía. Raramente una ciudad con cuestas puede conseguir una alta utilización de la bicicleta. De hecho, se puede ver en nuestro propio entorno. ¿Por qué las ciudades con más utilización de la bici son ciudades eminentemente planas como Vitoria, Zaragoza, Sevilla o Valencia? Además en este tipo de ciudades basta con que la bicicleta tenga pedales y frenos para que se pueda utilizar, lo cual abarata mucho la decisión de utilizar la bici y la hace, por tanto, más atractiva por su economía y simplicidad.

Escasa cultura del caminar

Teniendo en cuenta esto, el hábito de caminar pierde su sentido de movilidad y pasa a ser un mero ejercicio recreativo o deportivo. En este tipo de ciudades, la gente sólo camina en las islas peatonales que normalmente ocupan los centros de las ciudades, con gran éxito comercial, y donde nadie osa ir montado en bici y no sólo porque esté estrictamente prohibido o vigilado sino porque creen que es la única manera de conservar el carácter peatonal de las mismas. La gente anda para eso o para hacer algo de ejercicio, en menor grado.

 
La bicicleta está arraigada

En estas condiciones, donde las zonas residenciales son extensas, donde los recorridos habituales raramente son inferiores a 1 kilómetro, donde la disponibilidad de suelo permite hacer vías dedicadas para los no motorizados y donde muchas veces, dada esa dispersión, las carreteras locales cuentan con muy muy poco tráfico, la bicicleta cobra una utilidad indiscutible y, por tanto, se usa. Se usa y se ha usado históricamente con continuidad, lo que hace que sea un hábito generalizado entre la población desde la infancia y que todo el mundo comprenda la bicicleta dentro de la circulación, independientemente de dónde se produzca ésta.

Menor violencia vial y más respeto

Es aquí donde la diferencia se hace insalvable. En estas latitudes la gente es, por norma, más civilizada. Entienden que el respeto es la única forma de preservar el orden y la seguridad y así lo practican. A veces con exceso, visto desde nuestra perspectiva. Son escrupulosos y exigentes a la hora de cumplir las normas: esperan pacientemente en los semáforos, respetan los cedas el paso, no acosan a los más débiles, rara vez tocan la bocina, pero también exigen agilidad, prevención y orden. Aquí nos separa un mundo, que a veces se antoja irreconciliable.

Menor índice de robos de bicicletas

En todo el mundo se roban bicis. En todo el mundo se vandalizan. Sin embargo, en la Europa de las Bicis se pueden ver bicicletas más que dignas aparcadas durante el día o la noche en una valla o en un aparcabicis con la sola protección de una sirga mínima. Esto aquí sería impensable y es uno de los factores más disuasorios del uso de la bici. ¿Bicis pernoctando en la calle o bicis dejadas en estaciones durante toda una jornada? Imposible.

¿Por qué no?
Estas son sólo algunas de las razones por las que parece insalvable la distancia que nos separa de esa deseada Europa de las Bicis. Pero hay una razón más poderosa que nos debería disuadir de intentar conseguirlo.

Nosotros no deberíamos perder nuestra cultural peatonal

O al menos no deberíamos desearlo, aunque muchas veces se puede dudar de ello, dadas las políticas de movilidad de muchos municipios y gobiernos. El hábito de andar no es casual en nuestras ciudades. Nuestras ciudades, nuestra cultura, nuestra sociedad es eminentemente peatonal. Aquí se ha caminado históricamente para desplazarse, aquí hay muchas más y mejores condiciones para hacerlo de una forma eficiente y agradable que en la Europa de las Bicis.

Ni nuestra forma de utilizar la calle

Pero es que aquí la vida sucede en la calle, en el exterior, en el lugar común, en el lugar de encuentro. Da igual que sea en un barrio o en el centro de la ciudad. Y eso es una condición que debería ser irrenunciable. Porque es un tesoro. Es nuestro tesoro y no podemos dejar que las bicicletas nos lo condicionen. Aunque seamos amantes de las bicicletas sobre muchas otras cosas, hay que saber dónde está el límite.

Porque en la Europa de las Bicis el peatón es un incomprendido fuera de las islas peatonales y sus espacios son invadidos sistemáticamente por bicicletas en circulación que no entienden a los peatones. Porque prácticamente no hay.

Por eso deberíamos renunciar a la Europa de las Bicis…

Esto y la chatarrería en la que se convierten los puntos neurálgicos de las ciudades, invadidas por bicicletas muchas veces abandonadas que ocupan grandes superficies y afean y condicionan muchos accesos, deberían ser motivos suficientes para disuadirnos de anhelar la pertenencia a esa élite ciclista y orgullecernos de pertenecer a un modelo más humano, más cercano y más relacional, que es el modelo peatonal, que deberíamos proteger a toda costa.

… para promover y preservar la Europa de las Personas


2 comentarios:

  1. Por que las bicicletas no llevan matricula?.
    Creo que se debe exigir el poder identificar a cualquier personal que cree un incidente en la calzada y se marche del lugar sin poder ser identificado.

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    Respuestas
    1. No es fácil justificar que no lleven matrícula, de hecho es muy difícil.
      Al llamar a la Policía para denunciar un golpe por un ciclista te dicen que no se puede porque no puedes identificar al agresor.
      No es un tema sencillo, y no he logrado saber el porqué se quitaron las matrículas.
      He visto de 1984, ¿alguien sabe?

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Gracias por participar y ánimo con la información a ciclistas y peatones