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martes, 18 de febrero de 2014

A pie



EL MERIDIANO
Carlos Sauras
Heraldo de Aragón 19/02/2014

SER un sencillo peatón se ha convertido en tarea ardua en diversas zonas de Zaragoza, sobre todo en el centro. Un lector de HERALDO se preguntaba recientemente: «¿Pero qué le habremos hecho los peatones al alcalde de Zaragoza?». Para este lector hay un apoyo descarado a los ciclistas y calificaba de incívicos a muchos de ellos.

Lo cierto es que no es fácil la convivencia entre bicis y peatones y el ejemplo más claro es el paseo de la Independencia. El pasado lunes, el denominado Observatorio de la Bicicleta consideraba que no hay marcha atrás y que no se van a quitar las bicis de las aceras. Un debate que el PP llevará al próximo pleno municipal. Como paseo, como lugar emblemático de Zaragoza, su deriva no ha sido buena.

Primero desapareció el magnífico bulevar central que algunos recordamos de nuestra infancia. Después, con la reforma que se hizo en la época del alcalde Atarés se le dio cierta humanidad. Las aceras eran amplias y la gente –las personas mayores y las no tan mayores– lo tenía, y lo sigue teniendo, como lugar preferido de expansión. Más discutible ha sido convertir esa arteria emblemática en un gran andén del tranvía, todo supeditado a su circulación.

Lo de las bicis por las aceras ha sido un desastre. Han quitado la tranquilidad a muchas personas, algunas, insistimos, con bastantes años, y que tienen que caminar preocupados por lo que les pueda venir por detrás. Si en algún sitio está claro que no deberían circular las bicis es en Independencia. Además, para cruzar el paseo el ciudadano peatón tiene que fijarse no solo en los semáforos sino, además, en si vienen bicis por un lado y por otro. Atropellos ya ha habido varios, como los de las dos señoras ocurridos en diciembre, con fractura de muñeca y de húmero.

Las bicis por las aceras de Independencia no lo comparten ni los peatones ni colectivos de ciclistas. Pueden circular perfectamente por la calzada, con la seguridad de que los conductores somos conscientes de que por esa vía los coches deben ir con muy poca velocidad.

La amenaza se cierne ahora sobre el paseo de Sagasta. Sería una tremenda pena que perdiera su carácter o se desvirtuara, cuando ya se perdieron los bulevares de Independencia y del paseo de Pamplona y cuando el de la Gran Vía ha quedado pobretón y desangelado.

Zaragoza se merece más cariño y más gusto estético. Sobre todo se lo merecen sus ciudadanos.

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