por Alfonso Sanz
Matemático y geógrafo, urbanista y experto en tráfico.
Publicado en Peatón. Gráfica Social 03
Observatorio
de la
Sostenibilidad Fundación Cristina Enea. 2011
El concepto de espacio público
constituye, a partir de los años sesenta del siglo XX, una pieza central de las
tareas y del discurso de varias disciplinas del conocimiento, las cuales lo
interpretan con perspectivas muy diversas, aunque todas ellas emparentadas a
través de la disociación entre lo público y lo privado que ha tenido una
compleja evolución a lo largo de la Historia.
Algunas de dichas disciplinas, como la
sociología, la comunicación o la antropología3 aportan
sobre todo reflexión y análisis, pero otras como el derecho o el urbanismo
tienen, además, una enorme repercusión directa en la configuración física y en
la regulación de ese territorio colectivo.
La perspectiva urbanística, desde la que
parten estas líneas, define teóricamente el espacio público urbano como el
conjunto de lugares de paso y encuentro abiertos a toda la ciudadanía, entre
los que se encuentran las calles, los paseos, los parques, los jardines o las
plazas; lugares para todos que, por consiguiente, se contraponen al espacio
privado, de acceso restringido.
Como ahora se verá, ese carácter abierto
a toda la ciudadanía no se verifica tan fácilmente en las ciudades actuales
debido a un doble proceso: el vaciamiento urbanístico del espacio público y al
dominio de la motorización.
Evidentemente existen otros factores
jurídicos, sociales, políticos y económicos que condicionan el modo en que se
utiliza el espacio público en una ciudad determinada. De hecho, el urbanismo,
como técnica que determina la estructura urbana y la ordenación espacial de las
diferentes funciones y actividades, al recalar en el concepto de espacio
público, conduce inexorablemente a las otras disciplinas, pues sus
elaboraciones y planes han de concebirse desde una óptica política (acción
colectiva sobre el espacio público), sociológica (satisfaciendo las necesidades
de cada grupo social), estética (tipologías y composición del espacio público)
y cultural-antropológica (en coherencia con una interpretación de las formas de
relación urbanas).
El vaciado urbanístico del espacio público
Por vaciado urbanístico se entiende aquí
el proceso mediante el cual el urbanismo (planificado expresamente o abandonado
al mercado) contribuye a restar actividades, atractivo o interés al espacio
público.
Se puede afirmar que las corrientes
teóricas y prácticas dominantes del urbanismo del siglo XX han estimulado dicho
proceso mediante conceptos y técnicas como la zonificación monofuncional o las
facilidades para determinadas tipologías de equipamientos o de edificaciones
las cuales, obedeciendo a una cierta «racionalidad», no han podido sin embargo integrar
perspectivas más globales de tipo social y ambiental.
En efecto, la idea de la Carta de Atenas de que cada
función urbana debe tener su lugar segregado del resto, ha conducido a un
urbanismo de polígonos monofuncionales en los que el espacio público, si
existe, muere cuando acaba la actividad que caracteriza al lugar. La
monofuncionalidad supone el incremento de distancias para realizar las
actividades cotidianas y, en consecuencia, la sustitución de desplazamientos a
pie por viajes motorizados, que no son capaces de crear relaciones humanas en
el espacio público.
Un ejemplo claro de ese proceso de
vaciamiento del espacio público lo ofrece la sustitución del comercio local por
comercio centralizado y lejano. Cuando el urbanismo permite la instalación de
una gran superficie comercial no está optando sólo por una opción económica y
de mercado determinada, sino por una configuración del espacio público próximo
a las viviendas, allí en donde se podría situar el comercio de proximidad. El
zócalo comercial de las áreas en las que se sitúan los hogares sufre un efecto
de succión por parte de la gran superficie comercial y, consecuentemente, vacía
de trasiego, contactos y socialización el espacio público próximo.
Otro tanto ocurre con los equipamientos
tradicionalmente locales, como los colegios, los centros de salud, los cines,
etc. que, agigantados y llevados a lugares lejanos, succionan sentido y función
del espacio público cercano.
La otra gran palanca de dilución del
espacio público puesta en acción por el urbanismo de las últimas décadas es la
extensión de tipologías edificatorias hostiles al espacio público, es decir,
tipologías que, lejos de contribuir a la socialización y calidad del espacio
público, le dan la espalda y lo convierten en un lugar no apropiado, poco cómodo
y de aspecto inseguro.
Las comunidades vecinales cerradas que
miran hacia el interior privado, las filas interminables de adosados-fortalezas
o las edificaciones en altura que viven en una nube particular son las formas
habituales del urbanismo reciente que han contribuido al vaciamiento del
espacio público por falta de «seguridad» y/o «atractivo».
continuará mañana .....
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