Mariano Gállego
Jueves 7 de abril de 2016 l
Heraldo de Aragón
Recuerdo en los inicios de la comunicación
digital la extrañeza que nos producía ver hablar por
la calle a alguno de los pocos que disponían entonces
de aquellos primeros y aparatosos teléfonos inalámbricos.
Nos llamaban la atención, nos parecían extravagantes e incluso
los tildábamos de locos. Con el tiempo, la evolución tecnológica y la
universalización de dispositivos nos ha sumergido a
todos en esta locura y ya no sorprende, sino que nos
parece de lo más natural. Según el Observatorio Nacional
de las Telecomunicaciones, en 2015 había 50.368.000
líneas de telefonía móvil. En España desde hace años ya
hay más móviles que habitantes y todos los estudios nos sitúan
por encima de la media europea en este apartado.
Pero lo que ahora me impresiona sobremanera es
la influencia del uso del móvil en
los
viandantes. Hasta la Dirección General de Tráfico ha
lanzado una campaña en colaboración con la Fundación
Mapfre advirtiendo del peligro de los smartphones para
los
peatones, con datos que llaman a la reflexión: el 98%
de los accidentes en los que el
responsable
es el peatón están causados por el uso de estos dispositivos
en la calle. Además, el riesgo de los peatones puede
llegar a aumentar un 40% cuando se hace uso del móvil
y de los auriculares.
En mis trayectos cotidianos por Zaragoza es
cada vez más frecuente observar a peatones –en su
mayoría jóvenes, aunque no exclusivamente– con la
cabeza gacha trasteando con la pantallita, lo que da pie
a numerosos incidentes. Hay que ir sorteando a personas
que no miran por donde andan y asistes a más de un topetazo
entre ensimismados paseantes. Y se habrá dado el caso
de estar guasapeando con un
amigo que casualmente pasa a tu lado y al que no ves,
lo que refleja el severo y paradójico
aislamiento al que nos someten estos modernos instrumentos
cuando los usamos sin ton ni son. La tecnología es
útil si la sabemos dominar. De lo
contrario, corremos el peligro de quedarnos atrapados
en el mundo ficticio
que
refleja esa brillante pantallita táctil y olvidarnos
de la auténtica realidad, esa que puede sorprendernos
amargamente en forma de farola para dejarnos de recuerdo
un chichón en la cabeza, muy doloroso y nada virtual.
mgallego@heraldo.es
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Gracias por participar y ánimo con la información a ciclistas y peatones