03/02/2018
La Vanguardia
A
lo largo de las dos últimas semanas, La Vanguardia ha publicado en su
sección Vivir una serie de informaciones relativas a las dificultades
con las que tropiezan los peatones a la hora de hacer algo tan elemental
como es caminar por las calles de Barcelona. Eso se debe a un espacio
menguante, a causa a veces de la apertura de carriles bici, cuya
necesidad y uso no son siempre evidentes. O a aceras muy estrechas y
sobrepobladas, en arterias centrales como la Diagonal o la Via Laietana;
por no hablar de las aceras que están ocupadas por motos estacionadas.
Cabría también hablar de una convivencia progresivamente difícil, y
peligrosa, de los peatones con bicicletas, patinetes y demás artilugios
sobre ruedas, de tracción humana o eléctrica, que invaden y colonizan
espacios reservados al caminante. O de semáforos que no dan tiempo a
cruzar a los peatones menos veloces. O de firmes en mal estado que
reclaman su urgente renovación, según reconoce el propio Ayuntamiento, o
resbaladizos, o con baldosas dispares, agrietadas o rotas, que
propician tropezones y caídas... Estos son algunos de los hechos que
denuncian los peatones, que han respondido con un alud de quejas a la
petición de información relativa a sus penalidades cotidianas que les ha
formulado este diario.
Es
un hecho natural y obvio que, según corren los tiempos, crece el número
de ciudadanos y de visitantes. Y, según se expande el abanico de medios
de transporte ligeros, la convivencia en los espacios públicos de la
ciudad se convierte en algo cada día más difícil. De hecho, el
descontento ciudadano es en este sentido patente. No puede decirse que
el Ayuntamiento asista impasible a esta realidad. Como cualquier otro
Consistorio, tiene sus políticas y, en la medida de sus posibilidades,
trata de implementarlas. En sintonía con las directivas europeas, el
Consistorio intenta reducir la emisión de gases, lo que supone la
progresiva reducción de los carriles reservados al tráfico de los
vehículos de motor, un refuerzo del transporte público, siempre
insuficiente, e incluso la prevista extensión del tranvía (mientras,
dicho sea de paso, el centenario Tramvia Blau interrumpía hace poco su
servicio por obras de mantenimiento, sin fecha cierta de retorno).
Dicho
esto, y sin rebatir la oportunidad, en su conjunto, de las mencionadas
políticas, creemos que en Barcelona hay un déficit de atención al
peatón. Y eso es difícilmente explicable porque, en última instancia,
todos somos peatones. Un peatón puede no saber montar en bici ni tener
el carnet preceptivo para conducir una motocicleta o un automóvil. Pero
tanto los ciclistas como los motociclistas o los automovilistas son, con
mayor o menor frecuencia, peatones. En efecto, todos somos peatones y,
en buena lógica, la prioridad municipal en lo tocante a movilidad
debería fijarse siempre en quienes usan el recurso más elemental para
desplazarse: sus propias piernas.
Por
todo lo dicho hasta aquí, constituye una muy buena noticia el anuncio,
recogido en esta edición de hoy, de que el Ayuntamiento de Barcelona
primará los derechos del peatón en su próximo Plan de Movilidad Urbana,
preparado para el periodo 2019-2023. Según estas previsiones, se alejará
a las bicis de los peatones, se ampliarán aceras siempre que ello sea
posible y se pacificarán nuevas zonas de la ciudad. Lo cual ha de
redundar sin duda en la calidad de vida de los caminantes y, también, en
una mejor convivencia ciudadana.
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Gracias por participar y ánimo con la información a ciclistas y peatones